Cisnes en el cielo del verano

Observar el cielo nocturno es un placer al que sólo dedico tiempo en las vacaciones de verano. Vivo el resto del año en una ciudad a muy poca altura sobre el nivel del mar (muy lejos de las estrellas) y con bastante contaminación atmosférica y lumínica. Para mirar hacia las estrellas hay que estar también en una actitud relajada y paciente que es más propia del verano. En la cornisa cantábrica son contados además los días sin nubes en invierno y las temperaturas nocturnas no hacen muy agradable estarse unas horas al raso.

Yo creo que todos empezamos identificando en el cielo la Osa Mayor. El "cazo" o el "carro" es una constelación que hemos visto infinidad de veces dibujada y que es muy fácil de ubicar porque sus siete estrellas principales son todas muy brillantes. A partir de ella encontramos la polar y en ese momento empezamos a situarnos con seguridad en el firmamento. Porque esa estrella se mantiene quieta señalando el norte todos los días del año (en el hemisferio norte, en el sur la visión del firmamento es otra diferente). Todas las demás giran alrededor de ella pero, como ya  tenemos el centro fijo, la aparente anarquía de miles de lucecitas empieza a ser un mapa de movimiento predecible.
El siguiente paso que yo recomiendo (para el cielo de verano) es mirar hacia arriba e identificar las tres estrellas que más brillan. Habremos encontrado lo que se denomina el triángulo estival formado por Vega (constelación de la Lira), Deneb (del Cisne) y Altair (del Águila).

Fotografía de Till Credner en AlltheSky.com

Me voy a parar en el Cisne. Para mí es especial. Cuando fui capaz de identificarla entendí un poco más de las dimensiones de las constelaciones. Algunas como la Lira son muy pequeñas y ocupan un pequeño espacio en el firmamento y otras como el Cisne son muy grandes y hay que abrir el campo de visión para contemplarlas en toda su magnitud como un conjunto compacto.
Simboliza además algo que yo no había visto nunca (sólo en alguna foto) porque es un cisne pero está volando. A mi siempre me había parecido que los cisnes eran unas aves parecidas a las gallinas. Grandes, casi domésticas,  y que no vuelan porque cuando te acercas a ellas en los estanques de los parques se alejan nadando sin prisa.




Desde ayer puedo dar fe de que los cisnes vuelan. Y que, cuando lo hacen, el espectáculo es sobrecogedor. Visualmente impresiona ver un vuelo tan elegante en un ave tan enorme, con ese larguísimo cuello estirado que nos recuerda a una flecha. Pero casi impresiona más el sonido. Estaba dando un paseo por el municipio de Arnuero. Me había acercado al borde de la ría al lado del molino de mareas de Castellanos. De repente, a mi espalda, percibo un sonido que nunca había oído. Me vuelvo y justo me da tiempo para programar rápidamente la cámara (suerte que llevaba montado el tele) y tomar cuatro fotos mientras una bandada de cisnes vuela cerca de mí siguiendo el curso de la ría. No sé todavía qué me impresionó más de la escena. Si fue la imagen (que transmiten las fotos) o ese extraño y potente zumbido del batir de unas enormes alas (que por desgracia una foto no puede transmitir).


Ya era capaz de identificar con facilidad la constelación del Cisne. Ahora no solo la identficaré sino que la asociaré siempre que la vea a una experiencia vivida. Empiezo a comprender por qué a los que observaban el cielo en la antiguedad se les aparecían figuras evocadoras cuando unían puntos de luz.


2 comentarios:

  1. Todo un lujo estar allí para verlo y suerte de tener la cámara para inmortalizarlo. El articulo en tu linea, muy bien traído.

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    1. Pues sí que es un lujo Jesus. La verdad es que los paseos del verano son una gran oportunidad para hacer fotos. Siempre pasa algo. Esta vez unos cisnes, pero ha habido otras sorpresas. Algunas se han convertido en fotos y otras no. Esas quedarán en mi memoria para mí solo.

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